Desde muy joven, soñaba con estudiar artes visuales. El arte siempre fue mi lenguaje más sincero, mi forma de conectar con el mundo. Pero por circunstancias de la vida, ese camino no se dio. En su lugar, llegué a una carrera que, en su momento, no entendía del todo: diseño gráfico. Al inicio me sentía confundido. Sabía que no era lo mismo que una carrera de bellas artes, pero tampoco tenía muy claro hasta qué punto se alejaba o se acercaba a lo que yo amaba (artes).
Con el tiempo entendí que el diseño no es arte. El diseño es estrategia, comunicación visual, es resolver problemas, es investigar, es proyectar soluciones.
Pero eso no significa que el arte y el diseño estén peleados. Más bien, descubrí que hay un punto donde se encuentran y se complementan de formas increíbles. Ese punto de encuentro, para mí, fue la ilustración.
A través de la ilustración encontré una forma de canalizar mi necesidad expresiva y artística dentro de un marco de comunicación visual con propósito. Encontré un equilibrio entre la sensibilidad estética y la intención comunicativa. Mi trabajo ya no solo expresa: también persuade, informa, conecta, transforma. Es un arte que no solo se mira, sino que dice algo. Que no solo embellece, sino que tiene una razón de ser. Un arte que responde a un objetivo, que piensa en el otro, que comunica con intención.
Y en ese cruce entre lo artístico y lo estratégico, entendí que no había traicionado mis sueños. Los redireccioné. Hoy hago arte con propósito.
Este tipo de enfoque no es nuevo. De hecho, uno de los referentes más importantes en la historia del diseño que conecta directamente con mi forma de ver el arte es William Morris. Él fue artista, diseñador y figura central del movimiento Arts and Crafts. Morris creía que el arte debía estar al servicio de la vida cotidiana, y que la belleza no debía ser un privilegio elitista, sino parte integral del día a día.
En sus ideales principales planteaba que, no hay excusa para que el arte no sea usado para hacer mejor la vida de la gente. Es lo que hoy el diseño hace.
Y ese pensamiento sigue siendo profundamente relevante. Porque ese es también el tipo de arte que intento crear: un arte funcional, con intención, que convive con lo útil, con lo comunicacional, con lo emocional.
Diseñar no fue traicionar mi sueño de ser artista. Fue transformarlo.
Hoy no me limito a crear por crear. Hoy, creo con dirección. Comunico con arte. Y me muevo, todos los días, por ese puente entre el arte y el diseño.
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