¡La historia de cómo nació este icónico superhéroe es difícil de creer, incluso para el propio Stan Lee! Después de haber creado a los X-men, el editor de Stan Lee se le acercó y le dijo: “¡Stan! Quiero que inventes un nuevo superhéroe”. Stan asintió y fue a casa, porque cuando su editor le pedía que hiciera algo, debía hacerlo para conservar su trabajo, ya que en ese entonces solo era un empleado más. Así que Stan pensaba en qué podía inventar, y lo más importante en un superhéroe, principalmente, es su superpoder; una vez que se te ocurre eso, lo demás viene solo. Así que Stan pensaba y pensaba, hasta que vio una mosca caminando por la pared. Al observarla, se preguntó si podría crear un superhéroe que fuera capaz de pegarse a las paredes y treparlas. “Eso sería genial”, pensó Stan. Con esa primera idea, ya tenía algo con lo cual partir. Ahora solo le faltaba el nombre, y estuvo considerando opciones como “Hombre-mosca” y “Hombremosquito”, hasta que finalmente se le ocurrió “Hombre Araña”. En ese momento le sonaba dramático, y le gustaba. Ahora que tenía el superpoder y el nombre, a Stan se le ocurrió, simplemente por diversión, darle problemas personales, ya que la mayoría de las personas los tienen. Además, continuó con características poco comunes, como el que fuera un adolescente, ya que en su momento no había otros superhéroes adolescentes. Con todo ese material e ideas, llegó a la oficina de su editor. La reacción de su editor fue la siguiente: “Stan… esa es la peor idea que he escuchado en toda mi vida”. Y le explicó todas las razones: la primera era que la gente odia a las arañas, así que no podía llamar a un héroe “Hombre Araña”; la segunda, que fuera un adolescente, ya que los adolescentes solo podían ser acompañantes de los héroes; y, para colmo, Stan quería que tuviera problemas personales, lo cual llevó a su editor a cuestionarlo y decirle que los héroes no tienen problemas personales.
Stan se fue de esa oficina decepcionado, aunque con algo más de sabiduría, tras la retroalimentación de su editor. Sin embargo, no podía sacarse la idea del Hombre Araña de la cabeza. Al mismo tiempo, estaban por cancelar una colección de cómics llamada Amazing Fantasy, ya que no estaba vendiendo bien, y Stan estaba por hacer el último número de la revista. Cuenta que, cuando se hace el último tomo de un cómic, a nadie le importa lo que pongas ahí, porque de todas formas va a desaparecer. Así que, solo para por fin sacárselo de la cabeza, incluyó a Spiderman dentro del cómic, incluso presentándolo en la portada. Luego, se olvidó de él. Meses más tarde, llegaron las cifras de ventas, y su editor llegó rápidamente a la oficina de Stan, preguntándole si recordaba a su personaje, el Hombre Araña, ese personaje que “ambos amaron tanto”. Entonces, le propuso hacer una serie, naciendo así uno de los personajes más icónicos.
Stan Lee contaba esta historia muy alegremente, para hacernos reflexionar sobre cómo, si realmente tenemos una idea que creemos que es buena, “no dejemos que ningún idiota nos convenza de abandonarla”. Esto no significa que cada cosa que se nos ocurra será una genialidad, pero si hay algo que sentimos que es bueno, algo que queremos hacer y que significa algo para nosotros, debemos intentarlo, porque solo podemos hacer nuestro mejor trabajo si hacemos lo que queremos y de la forma en que creemos que debe hacerse. Luego, podremos estar orgullosos de lo que hemos logrado.
Esta historia nos deja un gran aprendizaje: en el diseño de personajes, el primer paso es confiar en que lo que estamos creando es increíble. Claramente, la creación de personajes es una disciplina con estudios y procedimientos, pero también es un campo con tanta libertad artística que una simple mosca subiendo una pared puede convertirse en el personaje más reconocible de una franquicia. Así que, si estás comenzando en el mundo del diseño de personajes, espero que esta historia te inspire a dar vida a ese personaje que tienes en mente y al que aún no le has dado vida.
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