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¿Una competencia o colaboración?



La inteligencia artificial cada vez se está abriendo más paso dentro del terreno de la creatividad, siendo este un ámbito exclusivo del ser humano. Ya que ahora se puede generar imágenes, música, escritura de poesía y hasta producción de guiones, la IA ha estado comenzando a desempeñar un papel crucial en los distintos procesos creativos. Por ende, planteando una pregunta clave, ¿es la IA una herramienta colaborativa que puede potenciar la creatividad humana o una competencia que amenaza con desplazar a los creativos?

Primero veamos la perspectiva colaborativa, la IA puede funcionar como una herramienta que potencia las capacidades del creador humano. Todas las IA que ya existen como Mid Journey o DALL-E, pueden ayudar a generar ideas iniciales o propuestas, así acelerando el proceso de diseño. Esto puede interpretarse como un beneficio, ya que permite al diseñador explorar más ideas en un tiempo más reducido y hasta tal vez, en muchos casos, lograr resultados innovadores que probablemente no se habrían obtenido de otra forma. Si lo vemos desde ese lado, la IA puede ser una fuente de inspiración y experimentación, haciendo que el proceso creativo sea más dinámico y menos limitado por las restricciones tradicionales de tiempo y recursos. 

A pesar de todas las facilidades que la IA puede brindar, esta también presenta una competencia significativa. Ya que la IA si puede generar contenido visual y musical en poco tiempo, hay la posibilidad de que los clientes prefieran bajar sus costos y tenerlo todo más rápido en lugar de invertir en un diseñador. Haciendo así que se pueda afectar la valoración del trabajo creativo, haciendo que se perciba como un bien genérico o algo sustituible, cuando en realidad la obra genuinamente humana tiene un valor único e irrepetible. Otro contra que existe, es cuando se utiliza la IA para generar algún contenido sin intervención humana significativa, se cuestiona la originalidad de la obra y el papel que tuvo el creador. Ya que la IA solo puede trabajar a partir de datos ya existentes, lo que significa que las creaciones que se hagan son, en gran medida, recombinaciones de materiales previos. Esta limitación plantea el dilema de lo ético, de si una obra generada por IA es genuinamente creativa o si simplemente imita patrones sin añadir algo auténtico. Poniendo así en riesgo la apreciación del valor de una visión personal y única que solo un humano puede ofrecer. 

Por ende la IA en el diseño requiere límites claros para proteger la autenticidad y el valor de la creatividad humana. Más que un reemplazo, la IA debería ser una herramienta que realza el trabajo del diseñador, permitiendo que la visión y el contexto sean únicamente del creador humano. Y uno, como diseñador, tiene que ser consciente de lo que significa usar alguna IA para acelerar el proceso, y tomarlo como una fuente de inspiración más y no para hacer el trabajo de uno más fácil, ya que si empieza desde el diseñador la desvalorización del proceso creativo plenamente humano, el resto de la sociedad también empezará a hacerlo con más fuerza. La colaboración con la IA es posible si se prioriza el valor del toque humano. 


Camila de la Zerda Bessé


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