Cuando hablamos de teatro, normalmente pensamos en los actores, la música o el guion. Pero hay un elemento igualmente poderoso —aunque muchas veces invisible a primera vista— que define cómo vivimos una obra: la escenografía. Más allá de un simple decorado, el diseño escénico es una herramienta narrativa y sensorial que amplifica las emociones, crea atmósferas y transforma por completo la experiencia del espectador.
Como diseñadora gráfica y amante del teatro musical, he
aprendido que el diseño no tiene límites, y uno de los ejemplos más fascinantes
de eso lo descubrí como espectadora.
Recuerdo claramente la función de Mamma Mia, que vi en Madrid. Desde que entré al teatro, supe que no iba a ser una experiencia común. El escenario estaba ambientado como una auténtica isla griega, con colores blancos y azules, texturas y detalles marinos. Pero lo que me sorprendió fue que la ambientación no se limitaba al escenario principal: todo el teatro estaba intervenido. Desde el techo —decorado con redes de pesca, botes colgantes y conchas marinas— hasta los pasillos, todo estaba cuidadosamente diseñado para envolver al público en el universo de la obra, sin importar desde qué asiento se viera.
La escenografía dialogaba con la música, la iluminación y el
movimiento, generando una experiencia multisensorial que activaba emociones
profundas. Fue una obra capaz de conectar con mi nostalgia, con mi infancia,
con mi lado más sensible. Y entendí, como diseñadora, que ese poder está en los
detalles.
Este tipo de diseño escenográfico no solo crea un espacio visualmente impactante, sino que también despierta nuestras emociones más profundas. La atención al detalle en la iluminación, las proyecciones y los efectos, hace que cada escena se convierta en una experiencia sensorial completa, donde el público se siente parte activa de la historia.
Estas experiencias me recordaron que el diseño gráfico no se
limita a logotipos, branding o publicaciones editoriales. También está presente
en la forma en que creamos mundos, contamos historias y emocionamos al público
a través del espacio, la luz, los materiales y las sensaciones.
-Diseñar para teatro es diseñar para emocionar.
Es construir realidades efímeras que, por su fuerza visual y simbólica,
permanecen en la memoria del espectador.
Hoy más que nunca, como diseñadores, tenemos un sinfín de
posibilidades. Somos los protagonistas de nuestra propia obra, creando
escenarios mágicos que producen sentimientos únicos en el público.
Por: Desirée Oporto
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