Diseñadora por accidente
(o porque el efecto mariposa es REAL)
Hace dos días, estaba hablando con mi hermanita. Lo que tenía que ser una simple charla para tantear cómo se siente una preadolescente de 12 años terminó siendo uno de esos momentos donde todo hace click. (Los típicos de las películas, donde al personaje se le abre completamente la mirada y su vida flashea frente a él…)
Sucede que, en lo que intentaba conectar con ella sin que se cierre completamente conmigo (como es típico en esa edad), comencé a contarle mi historia desde el colegio hasta hoy, el día de hoy. Esto es esa historia:
Entonces, Anahí de 12 años (justo como mi hermana actualmente) estaba más que segura de que iba a estudiar medicina. Amaba la biología, era súper corcha en el colegio… mmm, tal vez no corcha, sino que para mí era muy fácil. Todo lo hacía bien con el mínimo esfuerzo, y definitivamente no quiero sonar pretenciosa ni nada al decir esto, solo es que así era mi realidad. Y por varios años, tenía eso súper claro en mi mente. Toda mi familia lo sabía, hasta los familiares más lejanos, que casi ni saben mi nombre: Anahí será doctora.
Y luego llegó un momento decisivo. Para poner en contexto, mi colegio tiene un diploma adicional: el IB (hasta el momento no le he encontrado el valor, pero igual lo tengo). Lo que sucede con este programa es que, en 11.º y 12.º grado, nosotros escogemos qué materias tomar “como un pre-camino universitario.” En ese momento —o sea, el periodo de vacaciones entre 10.º y 11.º— yo me la pasé considerando plenamente mis opciones, porque obviamente mi colegio no tenía todas las materias y todo eso. Pero yo había decidido que tomaría química, biología avanzada y, bueno, idealmente también quería tomar arte, entre todas las demás materias típicas.
Entonces llegó mi primer día de clases (que en ese momento se sentía como el que definiría mi futuro) yyyyy resulta que mis materias no estaban como yo las había planeado. Resulta que, por error, la coordinadora de materias no me puso en química y solo en arte. Ese día tuve un momento un poco impulsivo. Durante la clase de arte —cuando solo estábamos algunos en la clase y la profe hablando afuera con algunos alumnos— decidí preguntar abiertamente a todos:
—¿Me quedo en arte?
—¡SÍÍÍ!
Y así fue. Me quedé.
Y terminé amando, pero amando el arte.
En cosa de dos años, perdí completamente mi noción del futuro. Mis esquemas mentales de lo que iba a hacer se quebraron totalmente. Ya no sabía qué iba a estudiar o qué onda, estaba perdida. En cosa de esos dos años me visualicé en todas las carreras relacionadas al arte posibles. Y otro factor: en mi colegio nos preparaban sí o sí para estudiar en EE. UU., que es un proceso complicadísimo de aplicaciones, becas y muchas cosas. Y entonces, de un día para otro, ya había acabado el colegio y no sabía qué hacer.
Así que acabé sin saber qué hacer, y decidí entrar a la UPB a manera de “hacer tiempo” hasta que postule y decida a dónde irme.
Es un poco curioso porque la decisión la tuve que tomar en cosa de segundos:
Estaba sentada en el evento de los 100 mejores recogiendo mi certificado de beca y me preguntaron:
—¿Qué vas a hacer?
—Yo creo que entraré acá un semestre hasta ver a dónde irme… y entraré a arquitectura.
Mi razonamiento para esta decisión, aparte de todo lo que ya mencioné, fue también el hecho de que para mí matemáticas y todo eso siempre fue muy fácil, y no era algo que yo quisiera desaprovechar. Por eso no decidí diseño como primera opción.
Y después empecé la U, y de la nada pasó un semestre, dos, tres…
Fue durante el 3.er semestre que tuve ese momento de breakdown. Ya no podía más.
El problema no era que yo no fuera capaz, ni hacer las cosas mal, ni no entender, ni siquiera no poder aguantar las trasnochadas. Mi verdadero problema eran las limitaciones (creativas sobre todo, porque ni modo con las físicas). En retrospectiva, tal vez sí tenían razón mis docentes y yo era muy caprichosa con mis formas, pero no sé. No me sentía bien sabiendo que mis propuestas siempre, SIEMPRE tendrían peros.
El momento exacto fue mi primer parcial de Taller III. La noche antes de la entrega, les dije a mis amigos vía videollamada (porque siempre maqueteábamos juntos):
—Si me tiro en el parcial, me cambio de carrera…
—Jaja, nooo, no hagas eso.
—Se los prometo, no aguanto más al arqui.
—Mmm bueno, lo que tú digas.
Y llegado el momento, entregamos. Entregué. Nos fuimos de la clase porque las revisiones siempre eran así. Y cuando volví… pues resulta que no me tiré. Tenía setenta y algo, o un poco menos, no recuerdo bien, pero jamás, JAMÁS olvidaré el momento en el que definitivamente supe que ya no quería continuar:
—Bueno, jóvenes, el viernes tráiganse papel cebolla, porque ya empezaremos a hacer las proyecciones para sus planos.
No sé ni cómo describir el peso que sentí encima mío. Era el peso de todo el mundo encima de mí. Me sentía atrapada, pegada a mi asiento, o bueno, encadenada en realidad. Ya no podía. Y en ese momento lo supe. Al salir de mi clase no dije nada a nadie, me perdí en la multitud y fui caminando hacia la oficina del jefe de Diseño, que en ese entonces era Marce. Le pedí una malla curricular de Diseño. Luego fui a consultar con la señora de Becas si hacer el cambio podría ser un problema para mi beca (porque ya había tenido problemas con ella antes y no quería tenerlos… spoiler: sí los tuve). Me dijo que no había problema. Averigüe bien cómo funcionaba el proceso y luego vino la parte difícil: hablar con mis papás.
El mega resumen es que me dijeron que lo piense bien, y si al día siguiente aún quería cambiarme, lo podía hacer.
Y sí. Al día siguiente me cambié.
Y bueno, ahora estamos acá, en el presente. Me falta poco menos de un año para acabar, y no podría amar más Diseño. Con todo lo bueno y lo malo, estoy muy feliz de ser diseñadora.
El punto de todo esto es que me tomó cinco años entender lo que, en ese momento, me parecía una terrible casualidad. Cinco años después puedo decirle gracias a Ms. Ximena, que me puso por error solo en arte. Y no sé… me parece un momento tan efecto mariposa. Súper heavy, pero genial.
Y bueno, eso ya es otra historia, pero como dicen, y es muy cierto todo pasa por algo, SIEMPRE, es cuestión de tiempo entender el significado.
Pero aún siento que tengo algo pendiente con Arquitectura. Me persigue.
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