Crónica de una diseñadora que está harta pero educadamente enojada.
Querido lector promedio,
Ese que en reuniones familiares se ríe cuando digo que estudio diseño.
Ese que me llama solo cuando necesita que le haga “una cosita rápida” para su emprendimiento.
Ese que se indigna cuando le paso un presupuesto.
Sí, esta carta es para vos.
Desde que elegí esta carrera, me llueven comentarios. Que no es una carrera “de verdad”, que me voy a morir de hambre, que estoy jugando a ser artista (spoiler: diseño y arte no son lo mismo). Y lo peor no es que lo digan —es que lo creen. Lo creen tanto que les molesta que les cobre. Como si mi tiempo y mi trabajo no valieran nada. Como si lo que hago fuera solo mover figuritas lindas en la compu.
Pero ahí están. Escuchando música, viendo series, yendo al cine, mirando sus celulares con interfaces diseñadas por alguien como yo. La contradicción es tan absurda que hasta parece chiste.
Una vez vi un video que decía algo así como: “Menosprecian las carreras artísticas, pero en sus tiempos libres consumen todo lo que producimos.” Y me pegó fuerte. Pero algo que me pega más fuerte es ver cómo en mi país, el diseño sigue siendo tratado como el primo tonto que vive del arte. Y ojo: tampoco somos lo mismo. Pero compartimos una misma cruz: la falta de valor real en los ojos de una sociedad que todo lo consume y nada entiende.
Encima, ahora todos creen que con inteligencia artificial ya está, que todo se puede hacer en cinco minutos. Que no se necesita estudiar, ni pensar, ni conceptualizar. Como si el diseño no tuviera historia, ni impacto, ni razón de ser. A veces, sinceramente, pienso que en todas las carreras deberían llevar una materia de historia del diseño de manera obligatoria. Así, aunque sea una vez en la vida, entenderían lo que significa lo que hacemos. Lo que implica. Lo que transforma.
Porque sí: el diseño transforma. Cambia la forma en que vemos el mundo. Nos conecta. Nos emociona. Nos informa. Nos guía. Nos vende cosas, sí, pero también nos despierta ideas. Y eso, querido lector que me pide trabajos gratis “porque te van a dar visibilidad”, vale más que likes, más que seguidores, más que tu falso favor disfrazado de oportunidad.
Ya estoy cansada de esa superioridad de algunos estudiantes de “carreras importantes” que te miran desde su torre de Excel, creyendo que van a ser los futuros jefes de los que “hacen dibujitos”. Spoiler 2: sin comunicación, sin estética, sin estrategia visual, tu emprendimiento no llega ni a la esquina.
Así que sí, esta carta es una queja, pero también una invitación: a cuestionarte tu mirada, a valorar lo que consumes, y a entender que el diseño es tan necesario como cualquier otra disciplina.
Porque mientras tú estudias para salvar el mundo, yo estoy diseñando cómo se va a ver ese mundo.
Y eso también importa.
Por: Celeste Salazar

Comentarios
Publicar un comentario