Durante el proceso creativo, muchas veces acumulamos un sinfín de ideas que, por una razón u otra, no terminamos usando. Los diseñadores gráficos siempre que podemos estamos generando ideas, combinando colores, formas y tipografías en busca de una propuesta final que cumpla con los requisitos necesarios. Este ritmo acelerado de trabajo en la profesión, la presión por resultados inmediatos y las limitaciones en cuanto a recursos ocasionan que muchas ideas queden en un limbo, donde reposan proyectos incompletos, conceptos descartados y cuadernos llenos de bocetos. Es decir, por cada diseño que se materializa, existen decenas, sino cientos, que quedan atrás.
Las ideas no mueren por falta de valor o calidad. Muchas veces es cuestión de enfoque, de cliente, de tiempo o de tendencias. A veces son demasiado audaces para el proyecto en cuestión, a veces no encajan con el propósito o visión del proyecto, otras veces surgen fuera de tiempo o simplemente se pierden en medio de las correcciones y los cambios.
Sin embargo, este lugar no suele ser visto como un desperdicio, ya que en realidad es donde reside un gran potencial y posibilidades. Aquí encontramos fragmentos de nuestra propia evolución creativa, vemos cómo nuestras habilidades y estilo han cambiado. Cada idea, incluso las que nunca llegaron a desarrollarse a profundidad, tienen un valor extraordinario para nosotros, ya que somos conscientes de que estas ideas pueden ser el inicio de otro proyecto o un aprendizaje sobre lo que funciona y lo que no.
Cada decisión lleva consigo un abanico de posibilidades descartadas. Aceptar que no todas las ideas podrán usarse es parte del trabajo, y ese desapego evita que nos quedemos estancados en una sola cosa, permitiéndonos buscar nuevas posibilidades. Dejar ir conceptos no es un fracaso, es una muestra de criterio. Aquellos que temen descartar ideas a menudo terminan atrapados en un ciclo, mientras que quienes las dejan ir con facilidad tienen más espacio para que surjan otras mejores.
Este lugar también habla de coraje. Coraje para abandonar una idea que no cumple su propósito, para aceptar que algo no está funcionando y para tener la confianza de comenzar de nuevo. Los diseñadores gráficos, al igual que cualquier otro creativo, aprendemos con el tiempo que no todas las ideas están destinadas a vivir, pero todas tienen un propósito, incluso si ese propósito es enseñarnos algo. Cada idea que queda atrás es una prueba de la creatividad que poseemos, del esfuerzo por superarnos y de nuestra búsqueda constante de una mejor versión de cada diseño.
El "Cementerio de las Ideas que Nunca Usamos" es donde comprendemos que cada idea tiene su tiempo y que puede ser un espacio de referencia e inspiración al que regresamos para rescatar conceptos, redescubrir estilos y dar vida a lo que alguna vez quedó en pausa. Es un recordatorio de que la creatividad nunca se pierde, solo espera su momento para resurgir.
Comentarios
Publicar un comentario