Vivimos en un mundo donde el ChatGPT e inteligencias artificiales similares se han apoderado de nuestras vidas, y cada vez más vamos perdiendo la autenticidad y voz propia a la hora de promocionar nuestras marcas, productos o emprendimientos.
Cada vez, estas herramientas van mejorando para simplificar trabajos: textos, ideas, imágenes, slogans, etc. Pero tiene un problema: y es que cada vez va teniendo un lenguaje más neutro, más limpio, más “universal”. Y es acá donde vamos perdiendo nuestra identidad, lo que nos diferencia, lo que nos resalta de la competencia.
Cada día vemos por las calles marcas, publicidades, slogans que suenan cada vez menos bolivianas, menos nuestras. El uso de modismos no es algo que al momento de diseñar nos deba dar vergüenza o no nos suene “correcto”. Su uso es una herramienta de diseño que nos permite generar cercanía y pertenencia.
Ojo, es importante entender que usar los modismos de cada ciudad, debe ser algo planeado y no simplemente usarlo a modo de burla. El diseño gráfico va muy ligado a entender a qué público va a llegar y qué lenguaje usa.
En una realidad donde todas las marcas intentan “conectar con su público”, son realmente pocas las que investigan cómo es su público. El diseño funciona como nuestro factor de autenticidad y como una voz, y si esta voz no se ve reflejada, entonces, ¿a quién le estás hablando?
Entonces, ¿se puede enseñar a la inteligencia artificial a hablar con modismos bolivianos sin que suene falso?
Y más importante:¿Dejaremos que una máquina hable más claro de nosotros sobre quiénes somos? ¿O realmente vamos a usar la inteligencia de forma consciente y empezar a educarla a nuestro favor?
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