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Diseño, consumo y la estética como fast food emocional

 Inspirado en "Estética relacional" de Nicolas Bourriaud y "La sociedad del cansancio" de Byung-Chul Han

Sociedad del Cansancio, La : Han, Byung-Chul: Amazon.com.mx: LibrosByung-Chul Han, el cansancio y la ilusión de la libertad

 

Vivimos una época donde el diseño ya no solo se mira: se consume. Las imágenes no se contemplan, se devoran en segundos. Y en ese consumo frenético, el diseño gráfico se convierte en una suerte de “comida rápida” visual: colorida, atractiva, pero a veces vacía de sentido.

 

Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio expone una idea que resuena profundamente con esta lógica: la hiperproducción y positividad del rendimiento nos ha llevado a la extenuación. En sus palabras:

 

“La violencia de la positividad se manifiesta en la sobreexigencia del rendimiento: uno se explota a sí mismo creyendo que se está realizando.”


El diseño gráfico contemporáneo, sobre todo aquel destinado a plataformas visuales rápidas, parece moverse bajo esa lógica. Se sobreproduce en nombre de la creatividad, pero muchas veces esa creatividad es solo un reflejo de lo que ya funciona, de lo que ya fue probado y compartido.

 

Nicolas Bourriaud en Estética relacional propone que el arte y el diseño pueden construir relaciones y generar experiencias humanas. Habla de una estética donde el valor está en lo que sucede entre el objeto y el sujeto. Pero cuando la relación se reduce a un “me gusta” o un “scroll”, ¿qué clase de vínculo estamos construyendo?


El arte es un estado de encuentro - CdL


“Toda obra de arte relacional se ofrece como un espacio en el cual puede surgir una multiplicidad de intercambios interhumanos, de interacciones sociales.”


¿Puede existir esa interacción en un contexto donde el diseño busca solo captar atención, no provocar reflexión?

 

Este fenómeno no es solo estético, es cultural. El diseño se está adaptando al modelo de consumo neoliberal, donde la emoción rápida, la gratificación instantánea y la productividad constante son moneda corriente. Un post, un afiche, una portada: todo debe funcionar como una chispa emocional, como una mini explosión que active algo en el espectador. Y si no lo logra en 3 segundos, fracasó.

 

Pero esto plantea una pregunta incómoda: ¿seguimos diseñando para comunicar ideas o solo para provocar sensaciones?

 

Necesitamos recuperar el diseño como un medio, no como un fin. Como un lenguaje que puede incomodar, ralentizar, expandir. Un diseño que se resista a ser útil solamente en términos de conversión, alcance o retención. Que se atreva a ser espacio de pensamiento, no solo estímulo de consumo.


Escrito por Laura Bustos.

a.k.a. Trescientos




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